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Posted: 2015-07-28T17:09:54Z | Updated: 2016-07-28T10:12:02Z Carta a un ciudadano americano: El pacifismo necesario | HuffPost

Carta a un ciudadano americano: El pacifismo necesario

Carta a un ciudadano americano: El pacifismo necesario
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Relatives of missing people participate in a ceremony at 'La Escombrera' rubbish dump in the 13 Commune shantytown in Medellin, Antioquia department, Colombia on July 27, 2015. In 2002, Medellin was rocked by violence after the government's decision to recover part of the city disputed by right-wing paramilitaries and militias, during which dozens of people were killed, more than 100 people were injured, 100 went missing and 200 families were displaced. Colombian prosecutors will search for the bodies disappeared during the war conflicts in the area, where one of the largest mass graves is believed to be, the government said. AFP PHOTO / RAUL ARBOLEDA (Photo credit should read RAUL ARBOLEDA/AFP/Getty Images)

En los inicios de la guerra del Pacfico, en la batalla del mar de Bismark, marinos japoneses que llegaron a las costas de Nueva Guinea fueron desollados vivos por cazadores de cabezas. En la isla de Makin, en la Baha Milne, Papa Nueva Guinea, los japoneses descabezaron a algunos exploradores militares australianos pero dejaron a una mayora desangrarse luego de herirlos con bayonetas, castrarlos y coserles los labios.

Hace pocos das se conmemoraron 20 aos de la masacre de Srebrenica, en la que 8000 hombres y nios fueron masacrados por las fuerzas serbias. Rodeados como reses y luego fusilados a mansalva.

Cualquiera pensara que esto es algo que est atrs, en la Segunda Guerra Mundial, o la guerra de los Balcanes, o para el efecto, podra ser la descripcin de cualquier guerra, pero todo un poco lejos. Estara equivocado.

Un guerrillero de las Farc en Colombia decide asesinar a su comandante, un sanguinario, y cortarle las manos para poder mostrarlas al ejrcito e intentar cobrar la recompensa. En 2011, en la conocida masacre de Durango, Mxico, los Zetas asesinaron ms de 340 personas, que enterraron en fosas comunes.

En un pueblito del pacfico colombiano el comandante de un grupo de ultra derecha, entonces llamado las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), creado como ejrcito irregular antiguerrilla, decidi fusilar a los hombres mayores de 18 -ms de 100- y sus mercenarios jugaron ftbol con la cabeza de uno de ellos, en un improvisado campo de juego cuyas tribunas estn repletas de los familiares de los muertos.

Unos oficiales de rango medio deciden aprovechar el ofrecimiento de recompensas econmicas por bajas guerrilleras y convencen a alrededor de 2500 muchachos, muchos de ellos hijos nicos, sin padre, algunos de ellos con algn nivel de discapacidad cognitiva, en grupos de cinco, ocho, de ir a lugares alejados. Para un trabajito. All los asesinan, los uniforman como guerrilleros y los hacen pasar por vctimas del conflicto para que alguien, un socio comercial digamos, cobre el dinero de la recompensa.

No conozco insensatez ms grande que la guerra y horror peor que la violencia. Es nuestro lado animal. Y sin embargo, algunos de mis amigos prefieren la guerra a la paz. Caen en el embrujo del miedo. Un seor que fue presidente de mi pas -cuyo padre fue asesinado por la guerrilla- les dice que detrs de las negociaciones de paz de Colombia en Cuba, est el diablo, que viene el castro-chavismo, y todos tiemblan. Mejor la guerra piensan.

Y, piensa uno, cuando duda: en la Segunda Guerra Mundial los pacifistas jugaban en las manos de Hitler. Fue la consistencia de Roosevelt y no la tontera de Chamberlain la que acab con los delirios de Hitler.

Saber cuando es inevitable la guerra y cuando es necesaria la paz, esa es la cuestin. Ambas requieren de un enorme valor y, en algunos casos, de una cierta dosis de locura. En este caso es urgente la paz que busca el presidente Juan Manuel Santos, no sin un gran coraje que le ha costado una buena parte de su capital poltico. Esta, la guerra colombiana, no es una guerra honorable ni en ella se juega el destino del mundo. Es en la paz en donde construiremos nuestra propia dignidad como pueblo.

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